El primer día del resto de la vida

Con vergüenza he de admitir que tengo el blog mucho más abandonado de lo que me gustaría. De hecho, me he obligado hoy a mí misma a escribir un breve post para recordarme que sigue existiendo. La verdad es que los últimos tiempos han sido tan intensos que ha sido difícil la conexión. De hecho, tengo un post con recetas de berenjenas que tengo que subir (adaptándolo, porque lo escribí en septiembre).

Con el cambio de año se me hacía necesario entrar para saludar a aquellos que leen estos textos que escribo. Ha sido un año lleno de altibajos, con muchas luces por todos lados pero con una sombra horrible que nos ha amargado la existencia y que no tiene vuelta atrás. La tristeza ha sido infinita y sólo el amor, el sosiego del campo, los buenos amigos y compañeros de la vida y las grandes esperanzas la han mitigado un poco.

Ha empezado un año nuevo, aunque el nuestro tardará unos días más en empezar: el primer día del resto de nuestras vidas se acerca, porque el pequeño domador de caballos, Héctor, llega de un momento a otro, para estrenar nuevo año, que esperamos no tenga sombras crudas, de esas que no se pueden solucionar.

Espero que todos tengáis la oportunidad de tener grandes regalos de la vida, en forma de besos, caricias, palmadas, manos en el hombro, caricias en la tripa, lametones perrunos y hasta arañazos de gatas locas pero adorables. Por el comienzo de un nuevo año lleno de cosas buenas para todos.

¡Que los cantos empiecen!  Cantemos todos juntos,
el sol y las estrellas, la luna, las nubes y la lluvia,
la luz en los capullos, el rocío en la pluma,
el viento en la colina, la campana en los brezos,
las cañas en la orilla, los lirios en el agua,
¡el viejo Tom Bombadil y la Hija del Río!