7 cosas que hacen la felicidad

Parece que cuando el año acaba toca hacer balance. Es un tópico, al igual que hacer buenas propuestas para el que va a comenzar. Yo no suelo planificar mucho, porque generalmente los planes no salen como uno idea. Dejar que las cosas ocurran tal y como se les ocurra es una buena manera de no llevarse decepciones ni estresarse más de la cuenta. Así que mis propósitos son seguir disfrutando de cada instante, no como si fuera el último, pero sí teniendo en cuenta su irrepetibilidad.

Este año, del que decidí que borraría todo lo malo, ha traído el mejor regalo del mundo y, con él, muchas cosas, momentos, sabores, sensaciones, olores y pulsiones únicas que juntas forman la palabra f-e-l-i-c-i-d-a-d, con todas las letras.  De esas cosas, escojo siete manifestaciones de la vida. ¿Por qué siete? Porque si se puede elegir un número mágico, ¿por qué no hacerlo?

  1. Vivir con plenitud la experiencia física y psicológica de la maternidad, el momento de dar a luz y la conexión espiritual con el ser que sale a la vida, mi hijito, con sus ojos recién abiertos y su mirada puesta en la mía.
  2. Conocer formas nuevas de dormir, comer, hacer y pensar, en las que el centro del mundo se ha trasladado.
  3. Experimentar la sensación, a su vez, de ser el centro del mundo para otro ser y la enorme responsabilidad de construir el mundo para una personita.
  4. Sentirme parte de la naturaleza a través de la experiencia vital. Disfrutar con más plenitud la brisa, los frutos de la cosecha, los mimos de mis animales, la entrega de los seres, grandes y pequeños que me rodean.
  5. Romper con cadenas del pasado y volver a ser libre mentalmente.
  6. Recuperar el ritmo del trabajo en sociedad, la inmersión en el ambiente laboral y la sensación que conlleva de poder con todo.
  7. Emprender proyectos de crecimiento personal en distintos ámbitos vitales, todos enriquecedores y que me permiten ver cómo todas las personas tienen virtudes, aunque a simple vista estén ocultas.

No son más que siete aspectos de la misma forma de felicidad, la más grande que he podido experimentar, la de tener un bebé precioso que me da fuerza para hacer lo que quiera. Desde que el pequeo domador de caballos está en el mundo, soy más valiente, más justa, más activa, más responsable, más persona. Sólo puedo agradecer la enorme felicidad que trajo este año y poder disfrutarla con mis seres queridos, familia, amigos, pareja, sin cuyo afecto nada sería igual.

No me queda más que desear que el próximo año sea, al menos, la mitad de bueno que este.