Fundadores del paisaje: El castaño

 

«Tengo fruta en sazón, castañas tiernas,
queso abundante…»

Virgilio, Bucólicas, Égloga I

 

La brisa fresca de la mañana me ha recordado las cuentas pendientes con el blog y una de ellas es seguir recopilando historias de árboles. Bueno, recopilar recopilar es mucho decir, ya que por ahora sólo he publicado sobre el fresno (aunque es cierto que tengo a medias algún fundador más). La cosa es que llevaba dándole vueltas a qué árbol elegir para retomarlo, y recordé el fallecimiento triste de unos castaños centenarios a mano de gente poco persona y me decidí por ellos. La verdad es que parece que el castaño, con toda su larga trayectoria y múltiples aplicaciones, no abunda en mitos vinculados, o al menos, no es fácil hallarlos. Sí abunda material confuso que me ha traído un poco de cabeza.

Por ejemplo, en algunas webs muy interesantes, con información detallada de la taxonomía, hábitat, usos, etc. del árbol y sus partes, se cita que los griegos la llamaban «bellota de Júpiter» en una derivación del griego.  Investigando un poco sólo he encontrado que Macrobio habla de una bellota de Júpiter y, citando las etimologías establecidas por diferentes autores anteriores a él mismo, como Gavio Baso o Cloacio Vero, identifica esa bellota de Júpiter con el fruto del nogal (iuglans), es decir, con la nuez, y no con la castaña, a la que alude poco después en la misma obra (Saturnales, libro III).

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Castanea sativa en Otto Wilhelm Thomé, Flora von Deutschland, Österreich und der Schweiz, 1885. (Wikimedia Commons)

En la Memoria sobre los productos de la agricultura española reunidos en la Exposición General de 1857, Baltasar Noval apunta que fueron los griegos quienes la denominaban así y que los romanos cambiaron la denominación hacia el nogal. En cualquier caso, no cita fuente para su afirmación.  Algunos autores (no latinistas ni helenistas, sino botánicos) siguen esta tendencia, incluso sugieren que la denominación griega se refería a nueces y a castañas.  Macrobio, sobre cómo llamaban los griegos a las castañas, habla de pónticas, heracleas y regias juglandes (en esta última denominación vemos la relación con iuglans). No obstante, la «bellota de Júpiter» como tal parece ser claramente la nuez y en todo caso, la herencia griega vendría de «bellota de Zeus».

La denominación castanea vendría también del griego, relacionada con el topónimo de procedencia de la producción del fruto, aunque también se podría pensar que el topónimo viene de la abundancia de la castaña. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Lo cierto es que la etimología de palabra parece clara, y podríamos ir atrás al latín, luego al griego y seguramente a algún resquicio próximo oriental. Sin embargo, he encontrado una alusión a Isidoro de León que me parece más chula. No voy a recontarla sino que os la pongo tal cual y cito fuente:

«Una etimología fantasiosa es la propuesta por San Isidoro de Sevilla (siglos VI-VII), que apunta a que las castañas tienen forma de testículos y que su nombre derivaría del verbo “castrare” ya que la operación que se lleva a cabo abriendo el erizo para extraer los frutos es parecida a la que se lleva a cabo quitando los testículos en la castración.

Quizás Isidoro, como doctor de la Iglesia, se olvidaba de que los testículos son dos y las castañas son generalmente tres en cada erizo, pero sin embargo si es verdad que en Italia se dice “castrar las castañas” para describir la operación que hace el asador de castañas cuando hace un corte a las castañas antes de ponerlas en el fuego para evitar que exploten».

Giorgio Venturini, en traducción de Ignacio Barrionuevo,
en Monaco Nature Encyclopedia, recuperado aquí, donde hay mogollón de información más que interesante acerca del castaño.

Realmente, desconozco la obra de Isidoro de Sevilla para comprobar dicha afirmación pero desde luego, me gusta la idea.

Existe otra leyenda pseudomitológica ligada también a la denominación y que está bastante extendida. Cuando la leí me fui directamente a por mi ejemplar de las Metamorfosis de Ovidio, donde no la encontré. La leyenda etimológica cuenta que la casta Nea era una ninfa del séquito de la diosa Diana. Júpiter, en su línea, intentó hacerse con ella y al resistirse, la convirtió en erizo de castaña, de ahí el nombre. En alguna otra versión he leído que es Diana la que la convierte para protegerla. En otra versión del tema, he llegado a leer que Diana lanza a Nea lejos de la tierra, convirtiéndose así en el cinturón de asteroides de nuestro sistema solar (Near Earth Asteroids).

Me trajo de cabeza y consulté todas las fuentes clásicas que se me ocurrieron, en diccionarios mitológicos. Repasé pinturas y pinturas de tema bucólico y encontré muchas ninfas forzadas por Zeus, pero nada. Al final, me salvó el vino. ¡Cómo no! Encontré en una etiqueta de vino francés con el nombre Castanea que la leyenda la había escrito un poeta italiano del Renacimento. ¡Todo encajaba! Ahora encuentra tú al poeta.

Aquí hablé con una experta en poesía latina que me ayudó bastante. Efectivamente, se cercioró de que el relato no venía de una fuente clásica. Tampoco encontró mención del mismo en la obra de los poetas italianos más conocidos, pero finalmente afloró el poema, cuya autoría se desconoce y que sería el que dio origen a la leyenda. Aquí va, no se diga:

Nea, era il suo nome
e le castagne, sono le sue
lacrime brune.

Giovane vestale
l’amor ti fu fatale

la sorte, infausta ti rese
eternamente casta

ma la vita rimpiangi
e brune lacrime piangi.

No he encontrado muchas referencias mitológicas europeas con respecto al castaño (no hay una simbología cargada como en el caso del fresno o del roble). No obstante, sí se incluye entre los árboles importantes dentro del imaginario inspirado en los cultos celtas, por ejemplo, y también hay referencias a su consagración a Zeus/Júpiter en las culturas clásicas.

Sí he encontrado un relato fantástico sobre el origen del castaño en el imaginario del pueblo Seneca, uno de los pueblos iroqueses, habitantes de la zona nordeste de los Estados Unidos en el área de la frontera con Canadá. El cuento sólo lo he encontrado en inglés en el compendio Seneca Myths and Folk Tales, y narra la historia de dos hermanos, Dadjedondji y Hawiyas. Procedo a traducir resumidamente la historia (en inglés son unas cinco páginas, así que intentaré acortarlo pero sin que pierda interés, ya que es una historia chula pero que no encontraréis traducida).

El origen del árbol del castaño (cuento tradicional seneca)

Dos hermanos vivían en una cabaña en una tierra de colinas. Dadjedondji ocupaba su tiempo cazando, pescando y recogiendo frutos de los bosques colindantes. Cocinaba sólo para él, pues su hermano Hawiyas se negaba a comer con él y tampoco lo hacía en presencia de nadie. Nunca cazaba ni cocinaba y se pasaba el día fumando.

Dadjedondji se preguntaba qué haría su hermano en su ausencia, así que un día no se fue a cazar y observo secretamente a Hawiyas, pero no descubrió nada interesante, así que esa noche decidió hacerse el dormido a ver si descubría algo. ¡Y tanto que descubrió! Observó secretamente cómo Hawiyas se levantaba sigilosamente y de debajo de un madero cogía una tetera y una bolsita. De la bolsita sacó un fruto, del que raspó unas lascas y volvió a guardar.  Metió las lascas en la tetera con agua, agitó la mezcla y la puso al fuego. Al calentarse iba aumentando de tamaño y se convertía en un pudding.  Una vez, hecho, Hawiyas comió, lavó la tetera, la guardó junto a la bolsita en su escondite y volvió a dormirse.

La noche siguiente, Dadjedondji esperó a que Hawiyas hiciese su ritual culinario y se durmiese y procedió a imitar lo que su hermano había hecho. El pudding le gustó tanto que echó en la tetera todo el contenido de la bolsa y lo puso al fuego. La tetera se expandió tanto que rápidamente ocupó más de la mitad de la casita y el pudding empezó a derramarse. Hawiyas se despertó y llorando le dijo a su hermano: «¿Qué has hecho? ¡Acabas de matarme!»

Dadjedondji no entendía nada. Salieron de la cabaña cada vez más inundada.

«¿Qué he hecho? No tienes aspecto de muerto.»

«Has  usado toda mi comida. Es todo lo que tenía y lo único que puedo comer. Nadie puede obtener más de esos frutos porque están lejos y en un lugar embrujado, así que me has matado». En ese momento, la cabaña se hinchó de pudding y se vino abajo.

Dadjedonji, entonces, le pidió a su hermano que le contase algo más de la historia de su comida y Hawiyas le dijo que hacia el Este existía una gran grieta en la tierra. Más allá había una gran serpiente ponzoñosa, cuyo aliento mataba todo aquello que alcanzaba. Si algún humano, por casualidad lograba escapar, encontraría más adelante dos panteras, que había que sortear arrastrándose con astucia sin ser visto, llegando así al árbol de los frutos maravillosos. En su copa vivía una bruja, ante cuya mirada los hombres se desmoronaban, y sus seis hermanas los devoraban. Claramente era imposible conseguir uno de los frutos mágicos.

No obstante, Dadjedondji, que no quería matar a su hermano de hambre, le dijo que en esa historia que contaba todo era malo y que él hacía el bien, así que nada de lo que se encontrase podría detenerlo. Se puso en marcha mirando al Este.

Primero encontró una gran grieta que atravesaba su camino más allá de lo que alcanzaba la vista.  Entonces cogió unos palos de un leño caído y lanzó uno al otro lado, impulsándose asimismo en una carrera y llegando al otro lado. Reanudó el viaje apresuradamente, precipitándose casi sin darse cuenta en las fauces de una gran serpiente que salió de una cueva. . Dadjedondji le lanzó un palo a la boca y se  escabulló, para darse de bruces con dos panteras. Aquí también utilizó los maderos para espantar a las fieras.Sin mirar atrás, corrió.

Entonces escuchó una canción en el aire y, siguiendo el sonido, llegó a un enorme  frondoso árbol. En sus ramas más altas estaba quien cantaba, una mujer esquelética. Sin embargo, el canto embrujado no afectab a Dadjedondji, que le dijo: «Todo esto es malo y yo soy justo, así que el mal no puede hacerme nada».  La bruja elevó más su voz y dijo:

«Ha venido un intruso».

«Baja» – respondió el muchacho -. «Tengo un presente para ti. Te prometo que no te haré daño». Tendió la mano ofreciéndole un wampum (una cinta/collar con conchas que se utiliza para sellar tratos).

La bruja bajó y cogió la cinta y volvió al árbol, donde se la puso al cuello. Las cuerdas del wampum se empezaron a cerrar cada vez más, silenciándola. Sus seis hermanas empezaron a gritar. Sin embargo, no eran gritos de dolor, sino de alegría, pues el silencio del canto de su hermana bruja las liberaba.  En agradecimiento le dieron un montón de frutos del árbol a Dadjedondji y lo dejaron partir. La bruja, al no tener alimento, murió.

En el viaje de vuelta, encontró a las panteras furiosas por haber sido burladas. Él, sin amilanarse, las increpó diciéndoles que deberían avergonzarse de atacar a los viajeros y que, vencida la bruja, eran libres de irse y comportarse como debían. Más adelante encontro a la serpiente, a la que también reprendió.

Al llegar a la grieta, le habló a la tierra: «Oh, Tierra, ¿por qué te has rasgado? Nunca había visto estas fisuras en mi vida. Ciérrate de una vez». Y la Tierra obedeció. Entonces se encaminó a las ruinas donde estaba su casa, donde Hawiyas se lamentaba. Dadjedondji le dio unas cuantas castañas (pues ese era, obviamente, el fruto) y lo envió donde estaba el gran árbol a encontrar una buena mujer que se las cocinase(¡tenía seis para elegir y es de suponer que éstas estarían encantadas de tener un marido! *incisoquenopuedoevitar: despues de toda la vida esclavizadas por su hermana mala, seguro que tienen ganas de cocinar pudding de castaña para un desconocido que encima es un pupas; cierroinciso*) .

Luego se dirigió a las colinas y esparció todas las castañas por ellas, y nacieron muchos castaños. Cuando estaban confinadas en el árbol mágico, las frutas eran mágicas, pero las castañas que crecían en este nuevo bosque no se expandían ni reventaban teteras ni cabañas.

La verdad es que parece que sea del origen que sea, en los cuentos siempre hay una mujer malvada y un héroe salvador. What a coincidence! Pero sigamos hablando de árboles, que las historias del castaño, aunque no abundantes, no se acaban aquí.

En la región de Asturias, además de buenos cachopos, tortos y quesos, también hay muchas leyendas (¡uy! si va a ser todo lo que me gusta unido en un solo lugar). He encontrado aquí (una revista online por y para esta bella tierra de trasgos, bufones que ululan y cimas que truenan) una alusión a cómo el primer herrero engañó al diablo para que le diese el secreto para fabricar la sierra. Le dijo que en su pueblo ya tenían sierra, a lo que Satán, que aquí estuvo poco astuto para lo que suele ser, le respondió que eso era que ya habían visto la hoja del castaño. De ahí el herrero sacó la idea y fabricó la sierra inspirándose en la hoja dentada del árbol.  También aluden en el mismo artículo a ciertas creencias tradicionales. Alguna debe de ser sólo asturiana, como la de que si una castaña estalla al asarla es que se ha liberado un alma del purgatorio.

Otras están más extendidas y se corresponden con tradiciones que abarcan desde España hasta el Piamonte, pasando por zonas de Francia también. Son las que relacionan a las castañas con el más allá. Tiene bastante sentido puesto que la castaña es un fruto del otoño y las noches de muertos y almas son por estas fechas. Parece ser que en agunas regiones se dejan castañas para los muertos en la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, para que las almas no se enfaden y no estropeen las cosechas de esta época.

También  en la festividad de San Martín en Venecia las mujeres pobres cantaban canciones en las ventanas para obtener algunas castañas con las que calmar su apetito (R. Folkard: Plant Lore: Legends and Lyrics embracing the Myths, Traditions, Supertitions and Folk-Lore of the Plant Kingdom). San Martín es el 11 de noviembre y resulta una fecha de larga tradición ligada a la castaña. De ahí la frase «A San Martino, castagne e vino«.  La fiesta está vinculada a más lugares de Italia, lo que daría para un post mucho más largo de lo que este ya es, que me estoy pasando y aún quedan cositas.

Hay muchas castañas, y tradiciones ligadas a ellas, en Francia. Por ejemplo, una tradición bretona cuenta que Dios creó el castaño y el diablo quiso imitarlo, pero como el diablo no es Dios, pues sólo consiguió crear el marronnier (lo que nosotros llamamos castaño de Indias, cuyo fruto no se come porque, aunque se parezcan, ni siquiera son de la misma familia botánica).

Y es que… ¡sí! Al final, tirando del hilo, se sacan muchas referencias, por lo que voy a decantarme por dos o tres cuestiones más. La primera tiene que ver con castaños y castañares famosos (famosos en el mundo del famoseo arbóreo, no en el mundo del famoseo en general). Allá va:

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Castaño de los cien caballeros, al pie del Etna, el más longevo del mundo. Fuente: http://www.comune.sant-alfio.ct.it/stampe.htm

La gran celebrity de los castaños, digamos, la Madonna de los castaños, es un ejemplar que está en las faldas del Etna y que se llama el «Castaño de los Cien caballeros», a quienes albergó en una noche de tormenta. Al parecer es el más longevo del mundo, con entre 2000 y 4000 años de vida y tiene una circunferencia de 60 metros. ¡Ahí es ná!

En España hay unos preciosos castañares Asturias, en el bosque de Espinaréu, en Madrid cerca de El Tiemblo y en Galicia. Especialmente podemos destacar el de Pumbariño, en Ourense, que tiene un tronco de 12 metros de diámetro, aunque yo quiero rescatar otros, por dos motivos. Uno es que me recuerda a mi infancia en los bosques gallegos y el otro es que hay una leyenda relacionada. Se trata del castañar de Sobrado dos Monxes, un pueblo a mitad de camino entre Guitiriz y Melide, de Norte a Sur, y de Lugo y Santiago, de Este a Oeste. Existe un monasterio y unos árboles preciosos en torno a la laguna. Y también una historieta que sólo he encontrado en versión en francés sobre la historia del «Castaño de las bragas quemadas» (¡!). Al parecer, la mujer de un mercader rico se había colado fervientemente por un monje ermitaño que vivía en la cueva que se forma entre los troncos de los castaños centenarios. Este monje predicaba con sabiduría y conocimientos a los peregrinos que iban a Santiago de Compostela. Después de recibir numerosas negativas, educadas pero firmes, esta señora decidió colarse una noche en el castaño y salió más rápido de lo había entrado, con las bragas en llamas.  He de decir que no he encontrado referencias a este castaño pero la historia es, cuanto menos, curiosa.

Ya para acabar, voy a hacerlo con una referencia literaria del Romanticismo, que tiene que ver con una de mis obras favoritas, Jane Eyre, de Charlotte Brontë. En la novela aparece un castaño (en algún lugar he visto la traducción como castaño de Indias, pero he visto el original para comprobarlo y en algunos casos es un castaño normal, un chestnut, y no un horse-chestnut, y en otros casos he encontrado horse-chestnut. Como esto va de castaños, quiero fuerte que sea un castaño y os lo cuento).

El castaño tiene un marcado simbolismo en la obra. Es el lugar donde Jane y Mr. Rochester (¡ojo spoiler!) se prometen en un día que parece que todo va a ir genial (aunque cuando lo lees ves que te queda medio libro y te das cuenta de que muy genial, muy genial no parece que vaya a ir). No voy a hacer spoiler del resto del libro, sólo citar el final del capítulo 23 (y ya con él finalizar esta entrada sobre castaños míticos, reales y literarios que espero os haya gustado).

«A la mañana siguiente, antes de levantarme, la pequeña Adèle corrió a mi cama a contarme que un rayo había partido en dos el gran castaño que estaba al final del huerto».